Será Chile el país que más celebra sus fiestas patrias? es encantador ver que después de la conmemoración del 11 de septiembre, una fecha donde veo a Chile disgregado, la gente se vuelva a unir, ría y se olvide de los problemas porque se acerca el 18 de septiembre.Este año ya llevamos 3 días (para algunos 4) de festejo y aun no llega el día 18, me pregunto si será una exageración, no lo critico, creo que es parte de la idiosincrasia chilena. A mi personalmente es una fecha que me encanta, ver la alegría de la gente, sentir la mezcla de olores entre aromos y asados, sentir el viento de septiembre golpeando en mi cara, escuchar a lo lejos "El guatón loyola", saber que son días de vacaciones, comer anticuchos, pebre, tomar chicha y el infaltable vino,los días previos ver a los niños disfrazados de huasos y chinas, ir a las fondas, jugar a botar los tarros apilados, taca taca, ensuciarse los zapatos y los pantalones con la tierra suelta donde se han instalado o si llueve con el barro, escuchar cumbias como "El galeón español", "La parabólica", "Un año más" etc., que ya son parte del folclore chileno, ver a los curaos balancearse, bailar solos y a algunos ya derrotados por la cantidad de gramos de alcohol que llevan en la sangre, definitivamente dormir en el lugar que mejor les ofreció acomodo.
Es época de derroche, algunos no saben muy bien que se celebra, pero son patriotas y celebran, no importa la plata, de alguna forma "tiran un pedacito de carne a la parrilla", algunos se compran ropa y pintan la fachada de la casa según la tradición, bailan, comen y beben sin mesura y Chile se empapa en fiesta.
Por supuesto después de tanto jolgorio uno de los más afectados es el hígado asi que por eso dejo a Pablo Neruda con la Oda al Hígado
Modesto, organizado amigo, trabajador profundo, déjame darte el ala de mi canto, el golpe de aire, el salto de mi oda: ella nace de tu invisible máquina, ella vuela desde tu infatigable y encerrado molino, entraña delicada y poderosa, siempre viva y oscura. Mientras el corazón suena y atrae la partitura de la mandolina, allí adentro tú filtras y repartes, separas y divides, multiplicas y engrasas, subes y recoges los hilos y los gramos de la vida, los últimos licores, las íntimas esencias.
Víscera submarina, medidor de la sangre, vives lleno de manos y de ojos, midiendo y trasvasando en tu escondida cámara de alquimista. Amarillo es tu sistema de hidrografía roja, buzo de la más peligrosa profundidad del hombre, allí escondido siempre, sempiterno, en la usina, silencioso. Y todo sentimiento o estímulo creció en tu maquinaria, recibió alguna gota de tu elaboración infatigable, al amor agregaste fuego o melancolía, una pequeña célula equivocada o una fibra gastada en tu trabajo y el aviador se equivoca de cielo, el tenor se derrumba en un silbido, al astrónomo se le pierde un planeta.
Cómo brillan arriba los hechiceros ojos de la rosa, los labios del clavel matutino! Cómo ríe en el río la doncella! Y abajo el filtro y la balanza, la delicada química del hígado, la bodega de los cambios sutiles: nadie lo ve o lo canta, pero, cuando envejece o desgasta su mortero, los ojos de la rosa se acabaron, el clavel marchitó su dentadura y la doncella no cantó en el río.
Austera parte o todo de mi mismo, abuelo del corazón, molino de energía: te canto y temo como si fueras juez, metro, fiel implacable, y si no puedo entregarme amarrado a la pureza, si el excesivo manjar o el vino hereditario de mi patria pretendieron perturbar mi salud o el equilibrio de mi poesía, de ti, monarca oscuro, distribuidor de mieles y venenos, regulador de sales, de ti espero justicia: Amo la vida: Cúmpleme! Trabaja! No detengas mi canto.